Opinión: Blanco y Negro


Por Ricardo Petraglia



Para una franja de nuestra sociedad las cosas que suceden son impolutamente blancas o fatalmente negras. No solo no existen para ellos los tonos intermedios, sino que no ven los otros hermosos colores de la escala cromática. Esta percepción extrema lleva a conclusiones disparatadas, equivocaciones que alejan la aplicación de soluciones convenientes para el conjunto social. El trasnochado filósofo que alienta la confrontación de una de las partes de la franja, tiene su correlato en la intolerancia de la otra parte. En ambos bandos la postura es irreconciliable e irracional y , humildemente, pienso que alguno de los componentes que desatan esta puja están dados por las miserias humanas que afloran en unos y otros: el resentimiento, la obtención de Poder a cualquier precio, priorizar el interés personal ante el colectivo, la mezquindad de creerse dueños de la verdad absoluta, la soberbia, la ignorancia, la liviandad de encontrar siempre en el otro las culpas de errores propios.
Las últimas acciones del Poder Judicial ante la aplicación de la Ley de Medios ha puesto a la vista de todos las reacciones de los Funcionarios del Gobierno ante un fallo indeseado por los mismos, dado por una Cámara Federal en lo Civil y Comercial que se sobrepuso a los “aprietes” obscenos y dictaminó de acuerdo a su leal saber y entender. No soy hombre de Derecho como para opinar sobre el aspecto técnico del dictamen, pero si soy un ciudadano que entiende que la independencia del Poder Judicial es un pilar esencial en una República Democrática y que, por ende, los otros dos Poderes deben ser respetuosos de sus decisiones.
Es indudable que los “aprietes” han tenido efecto en muchos casos de corrupción de funcionarios que, con denuncias y pruebas abundantes en su contra, han sido sobreseídos y , muchos de ellos, siguen ocupando cargos de relevancia dentro del Gobierno. No hace falta nombrarlos: ¡ Ustedes saben quienes son !
Este fallo que prorroga la medida cautelar hasta que se dicte la sentencia definitiva no implica que se congele la Ley de Medios. Solo posterga su aplicación hasta que se dilucide la constitucionalidad de los artículos 161 y 45. Sería justo de esperar que su aplicación sea equitativa para todos los grupos multimedios “en falta” y que las tramoyas instrumentadas para desinvertir sin perder poder sobre las licencias sean desactivadas con seriedad. Es de esperar, asimismo, que quienes han amenazado a los jueces desde un lugar de Poder, reciban el castigo que se merecen.

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